El viaje a Bolivia es bastante duro por la altitud: llegas a estar a 5.000 metros y a dormir a 4.300 en medio de la reserva Eduardo Avaroa.
Hay que moverse con lentitud, comer ligero, beber mucha agua y recurrir a las infusiones de hoja de coca. Pese a estas precauciones, no es extraño sufrir un pequeño mal del altura con dolor de cabeza, mareo, sudores e incluso vómitos.
Si te sucede, no te asustes, que bebiendo agua y con un mate de coca terminará pasando.
Además son muchas horas en coche y las carreteras no son precisamente autopistas. Por las mañanas y noches se pasa mucho frío y durante el día el sol aprieta: es decir, no te olvides el protector solar, pero tampoco el abrigo ; los paisajes que verás y los lugares donde estarás te lo compensarán todo, pero más vale ser consciente de lo que supone .
La sal destroza los 4×4, únicos vehículos capaces de rodar por allí, y el alto contenido en litio que hay vuelve locos GPS y móviles. Olvídate de caminos trazados ni señales. Todo lo que te rodea allá donde mires es la blanca sal y solo tu memoria (o tu intuición) te guiará. Con lo que conducir sin luz es ya de locos.